jueves, 29 de septiembre de 2016

ROBERTO HOYOS CASTAÑO - RETRATO

Técnica: Óleo sobre lienzo
Dimensión: 70 x 50 cm.
Autor: Jesús Alberto Arbeláez Arce (Jalar)
Esta obra se encuentra en la pinacoteca del Concejo Municipal de Marinilla

Transcribo una semblanza del doctor Roberto Hoyos Castaño escrita por Rubén Darío Barrientos el 23 de julio de 2009  en su primer aniversario (1929 - 2008)

Roberto Hoyos Castaño 

Por: Rubén Darío Barrientos
 23 de Julio de 2009


El tiempo pasa raudamente. Ya este domingo 26 de julio, acaecerá el primer aniversario del fallecimiento de Roberto Hoyos Castaño. De su entrañable Marinilla, si Hoyos estuviera recorriendo estas callejuelas, estaría frisando sus ochenta años de edad (vio la luz del mundo, el 23 de septiembre de 1929). Nació en una vereda de nombre ‘La Primavera’ y estudió hasta cuarto bachillerato, como casi todos los de esa población, en el Colegio San José. Tuvo ocho hermanos –pocos para la época- y fue vástago de un peñolero y una marinilla.

Terminó educación básica en el Liceo de la Universidad de Antioquia y pudo culminar sus estudios de Economía en el Alma Máter de la Raza. Auncuando empezó en el mundo de los negocios, muy prontamente la política lo aseguró en sus predios. Tuvo el honor de ser Presidente de la Asamblea de Antioquia, amén de Representante a la Cámara y Senador, escaños estos últimos en el no despreciable lapso de diecinueve años (entre 1970 y 1989). Y su postrero y honroso cargo ocupado fue el de Contralor del Departamento de Antioquia, para la vigencia 1989-1990. 

No erramos si decimos que en un contexto de cincuenta años, al menos, fue el más colosal hombre de Marinilla. Tuvo que ver en esa zona maicera del oriente, con el desarrollo y el progreso de la zona, a la que enrutó hacia el porvenir. En realidad, fue sol para los desventurados. Devoto del Niño Jesús de Praga, no se caracterizó por ser el más rutilante en el don de la palabra –como su coterráneo Hernán Villegas Ramírez, por ejemplo-, tampoco era muy expresivo, pero fue insuperable en ser emprendedor, creativo y exitoso en las gestas que acometía. Quizás, su rostro no era tan decidor como sus actitudes. 

En la época del auge de los auxilios parlamentarios, le entregó a su cuna los mejores días y fondos, para verla desarrollarse y crecer en pujanza. Por algo, por Resolución 5127 del 4 de diciembre de 2008, su amigo y paisano Andrés Uriel Gallego le rindió honores póstumos, al bautizar el intercambio de Rionegro que conecta la cabecera de Marinilla con la doble calzada Medellín-Bogotá, con su nombre. Disciplinado miembro del conservatismo, en ese vaticano azul de la montaña, admiró a Laureano y Álvaro Gómez Hurtado, pero fue democrático con sus dos esposas (Esperanza, de la que enviudó) y Catalina, su cónyuge supérstite, pues ambas fueron liberales políticamente. 

En la última época se disuadió de la política, a la que amó, auncuando conservó un grupo de la vieja guardia con quien departía con fruición. Allí estaban, entre otros, su gran amigo Mario Giraldo Henao, Armando Estrada Villa, Ignacio Vélez Escobar, Guillermo Vélez Urreta, Raúl Tamayo Gaviria y Luis Fernando Velásquez Restrepo. Esa rueda fraterna fue identificada con el nombre del ‘grupo del costurero’ y allí exhibió sus amigables dotes instintivas, de contertulio eximio y de evaluador del país. 

Cuando daba la palabra cumplía con creces. Y es anecdótico que en la última candidatura a la Gobernación de Antioquia, adhirió a Eugenio Prieto Soto, de matiz liberal, por encima de su amado hijo Roberto Hoyos Ruiz, quien fue precandidato azulejo. 

Su muerte, fue la consecuencia de un padecimiento largo, tratado por los médicos, que cuando entró en crisis profunda se abalanzó sobre él. Pudiéramos decir que no fue un acto consciente sino que la enfermedad lo arrebató, en medio de la batalla de una crisis que le cercenó la vida. Era Hoyos Castaño, un hombre piadoso, de principios, que nació para servir, ligado estrechamente a obras sociales y con el marbete de los proyectos comunitarios. 

En el año 2005, le donó a la Casa de la Cultura de Marinilla una colección de 1.560 crucifijos de cinco continentes, recopilada durante 30 años. Y luego, le adicionó a ese regalo invaluable, otros 1.115, para un total de 2.675. Le dio eclosión al ‘Museo del Cristo’. Es la colección más grande del mundo en su género, que va a ser inscrita para aspirar al Record Guiness y que se busca pueda llegar a ser itinerante. Un minúsculo homenaje, pues, a un gran hombre que hizo historia por su nobleza y por el servicio. Tan distinto a otros que son recordados por la venalidad y por las espinas del pasado.