martes, 21 de junio de 2016

CAMILLE CLAUDEL: TODO EN CONTRA


Camille Claudel


FUNDACIÓN MAPFRE presenta el ciclo "Arte y Libertad. Las mujeres de la Belle Époque"
Ponente: María López Fernández
Fecha: 30 marzo 2012


Nuestra protagonista de hoy forma parte del panteón de artistas cuya genialidad terminó convirtiéndose en locura. Al menos, oficialmente, porque, aunque nadie niega hoy que Camille Claudel fue una persona inestable, hay serias dudas sobre la supuesta locura de quien fue una de las mejores escultoras del siglo XX, alumna aventajada (y no sólo amante) de Rodin, cuya influencia fue mucho más recíproca de lo que el maestro quiso reconocer. La suya es la historia de un enfrentamiento: el de una mujer genial y turbulenta contra todos aquellos que quisieron poner barreras a su indomable espíritu.
 PRIMEROS AÑOS
Camille Claudel vino al mundo el 8 de diciembre de 1864 en Fère-en-Tardenois, un pueblecito de apenas 2000 habitantes (hoy tiene algo más de 3000), situado en el departamento del Aisne, en Picardía (norte de Francia). Fue la segunda de los tres hijos del matrimonio formado por Louis-Prosper Claudel y Louise Athanaïse Cécile Cerveaux; siendo apenas un bebé, los negocios de su padre, banquero y financiero de profesión, llevarían a la familia a trasladarse a la vecina Villeneuve-sur-Fère, donde, en 1868, vendría al mundo su hermano menor, el futuro poeta y diplomático Paul Claudel, quien tendría una influencia decisiva en la vida de su hermana, como veremos después. En cualquier caso, la familia se fue trasladando por buena parte del norte del país hasta que, en 1881, Louise Athanaïse y sus tres hijos se trasladaron definitivamente a París, mientras su marido permanecía en Picardía, dedicado a sus negocios financieros.
A su llegada a París la familia se instaló en el barrio de Montparnasse, ya por entonces zona bohemia y repleta de estudiantes y artistas. Allí, Camille pudo dar rienda suelta a su talento artístico gracias a su padre, quien contactó con el escultor Alfred Boucher para que aceptase a su hija en su academia parisina, la Colarossi, ya que la Escuela de Bellas Artes no aceptaba mujeres entre sus alumnos. En Colarossi conoció a varias jóvenes escultoras, en su mayoría británicas, con las que alquiló un apartamento/estudio en la rue Notre-Dame-des-Champs, gracias al cual pudo independizarse -al menos hasta cierto punto- del férreo yugo materno; entre estas jóvenes se encontraba Jessie Lipscomb, quien sería su amiga más fiel, y una de las pocas personas que permanecería a su lado cuando la tumultuosa vida de Camille se desencadenó en toda su magnitud.
Durante casi tres años, Camille, Jessie y el resto de aprendices trabajaron a las órdenes de Boucher, hasta que, a mediados de 1883, éste marchó a Italia y, en su ausencia, pidió a un reputadísimo escultor, amigo suyo, que se hiciese cargo de sus alumnas. De esa manera conoció Camille Claudel a quien sería el hombre más importante de su vida: Auguste Rodin.
SUS AÑOS JUNTO A RODIN
Nacido en 1840 (por tanto 24 años mayor que Camille), Rodin era ya uno de los grandes nombres del arte francés cuando conoció a quien sería, casi sin lugar a dudas, la mujer más importante de su vida. Entre sus obras más conocidas contaba “La Edad de Bronce”, que generó una gran polémica en el mundillo artístico debido a su extrema perfección, lo que llevó a algunos a proclamar que Rodin había realizado la escultura aplicando capas de arcilla sobre el cuerpo del modelo (en lugar de modelarlo él), lo que equivalía más o menos a asegurar que el escultor había hecho trampas, algo que nunca se pudo demostrar.

Auguste Rodin, maestro y verdugo emocional de Camille Claudel
Impresionado por la solidez y el talento que desprendía el trabajo de Camille, Rodin centró sus esfuerzos en aquella joven extraña y apasionada, concediéndole un puesto en su taller de la rue de l’Université; allí, Camille colaboraría con Rodin en la ejecución de dos de las obras más célebres del escultor: “Los Burgueses de Calais” y, sobre todo, “Las Puertas del Infierno”, una de las obras magnas de su autor, de más de seis metros de altura y con más de 200 figuras en su composición, considerada una de las más extraordinarias muestras del impresionismo escultórico de todos los tiempos. Durante todo aquel tiempo, Camille trabajó arduamente como ayudante y modelo de Rodin, la mayoría de las veces a expensas de su propio trabajo; y es que la alumna se había enamorado irremediablemente del maestro, hasta el punto de que, cuando su familia le recriminó estar desperdiciando su talento como mera segundona de Rodin, eligió a éste y cortó, en buena medida, cualquier comunicación con ellos.
Durante casi diez años, Rodin y Camille trabajaron codo con codo, influyéndose e inspirándose uno a otro, y creando algunos de sus mejores trabajos: “Fugit Amor”, en el caso de Rodin; “Sakountala”, en el de Camille. Sin embargo, su relación pasional era cada vez más tormentosa, debido al maltrato psicológico al que el escultor sometió a su joven amante; no sólo la humillaba y menospreciaba como artista, también se exhibía con otras mujeres ante ella, y, a pesar de que le prometió matrimonio en varias ocasiones (varias de ellas por escrito), nunca quiso abandonar a la que fue su más longeva compañera: Rose Beuret, madre de su único hijo, Auguste-Eugène, sólo dos años menor que Camille. Este complejo trío inspiraría la mejor y más célebre de las obras de Camille Claudel, “La Edad Madura”, una poderosa alegoría sobre el triángulo Camille-Rodin-Rose, donde la propia artista aparece como suplicante ante un impertérrito Rodin, que se aleja acompañado de una especie de bruja que representa, claro está, a Rose Beuret.

"La Edad Madura"
La situación llegó a un punto de no retorno en 1892, cuando Camille se quedó embarazada; Rodin, que no estaba dispuesto a hacerse cargo del niño, convenció a Camille para que abortase, esgrimiendo una vez más la promesa de un matrimonio que nunca llegaría a producirse. Cuando comprendió que había sido engañada una vez más, Camille decidió terminar su relación, algo que se produciría de forma progresiva, hasta su ruptura final en 1898.
CARRERA EN SOLITARIO
El trabajo fue la mejor medicina que Camille encontró para el dolor causado por la ruptura con Rodin. Presa de los celos, tanto personales como artísticos, se dedicó en cuerpo y alma a la escultura, esta vez desde su taller propio en el quai Bourbon, donde vivía y trabajaba en absoluta soledad. Entre 1899 y 1905 surgieron de aquel taller obras como “El Vals”“El Pensamiento”“La Ola” o “El Abandono”, que expuso en numerosas ocasiones en el Salon des Artistes Français o en el Salon d’Automne, recibiendo excelentes críticas por parte de expertos tan prestigiosos como Octave Mirabeau (que dijo de ella que era “un genio”) o Mathias Morhardt, y apareciendo en numerosas revistas de arte, que ensalzaban su obra como lo mejor de los salones parisinos. Aunque sus mejores obras habían quedado atrás, atrapadas en el tiempo que pasó junto a Rodin, esta fue, sin duda, la época más fructífera para la Camille Claudel artista.

"El Abandono"
Más o menos en esa época conoció al compositor Claude Debussy, con quien mantuvo una estrecha amistad. Los rumores del momento quisieron situar a Debussy como sustituto de Rodin en los afectos de Camille, pero es una circunstancia que nunca ha sido probada; es probable que Debussy sintiese un genuino afecto por Camille, pero más como el de una amiga, un alma gemela, antes que de una forma romántica. Además, Debussy convivía entonces con Emma Bardac, por quien había abandonado a su esposa un par de años antes, y de la que no se separaría hasta su muerte, de modo que es muy poco probable que músico y escultora llevasen su relación más allá de la simple amistad y admiración por sus respectivos trabajos.
En diciembre de 1905, Camille expuso su trabajo por última vez en un salón de París. Tras esa última muestra, dio inicio un terrible infierno que sólo acabaría con su muerte.
LA LOCA DE MONTDEVERGUES
Ya durante 1905, Camille había dado signos de inestabilidad mental: desaparecía durante largos períodos de tiempo, destruyó varias de sus esculturas, y empezó a desarrollar fuertes paranoias que, entre otras cosas, estuvieron a punto de matarla de hambre, ya que temía ser envenenada. El blanco de sus iras era Rodin, a quien acusaba de haberle robado sus ideas, y de estar conspirando para acabar con su vida. Todos los síntomas indicaban que Camille padecía esquizofrenia, pero gracias a su padre, el único de su familia que siempre creyó en ella, se libró de ser internada en un manicomio como pretendían tanto la madre como los hermanos de la artista.
Louis-Prosper Claudel, que había apoyado moral y financieramente a su hija hasta el final, falleció el 2 de marzo de 1913, momento en que la familia Claudel se hizo cargo de la díscola y problemática Camille; sólo ocho días después, el 10 de marzo, Paul Claudel firmó el ingreso de su hermana en el manicomio de Ville-Évrard (Neuilly-sur-Marne), donde, a pesar de que los médicos consideraron que no necesitaba internamiento, madre y hermanos insistieron en mantenerla “por su propia seguridad”.

Camille Claudel en Montdevergues, 1929
Camille vivió sus últimos años en la más absoluta soledad, sin llegar a saber jamás que Rodin acabó casándose con Rose Beuret en enero de 1917, apenas dos semanas antes de la muerte de ella y pocos meses antes de la de él, en noviembre de ese mismo año. Tampoco supo del éxito literario y político de su hermano, ni de que Francia fue conquistada por los nazis tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Falleció en Montdevergues, olvidada de todos, el 19 de octubre de 1943, sin que nadie, ni familiar ni amigo, asistiese a su entierro en una tumba comunal del pequeño cementerio del manicomio, marcada únicamente con los números 1943-n392; sus restos nunca fueron recuperados, ya que, a la muerte de Paul Claudel en 1955, el cementerio había desaparecido debido a las reformas realizadas tras la guerra.
Así, de forma anónima, abandonada y olvidada por todos aquellos a los que había amado, terminó una de las artistas más geniales de la historia francesa. Si realmente enloqueció o no es algo que nunca podrá ser aclarado; lo único cierto es que Camille pagó muy alto el precio de querer ser libre, algo que hace tan sólo un siglo era totalmente impensable para una mujer, aunque fuese alguien con el talento y la fuerza vital de Camille Claudel.

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